Diario de Edgar Kane28 de diciembre de 2012, ClevelandMi nombre es Edgar Kane, he decidido llevar un registro diario sobre todo lo que me vaya a ocurrir a continuación pero creo que debería contar a mis posibles lectores porque he tomado la determinación de llevar este registro antes de proceder a contar todo lo que acontece a este día, dado que es la primera vez que hago algo así y no lo habría hecho si ciertos acontecimientos de mi vida no hubiesen ocurrido o, por lo menos, hubiesen sucedido de otro modo. Mi vida ha sufrido cambios que aún no sé qué significan.Fui criado aquí, en Cleveland y, por aquel entonces me apellidaba Swanson, el nombre de la familia que me crío, la historia de porque me cambié el apellido es curiosa.Como dije antes, yo me críe con James y Kate Swanson, durante nueve años me creía hijo suyo aunque, con el paso del tiempo comencé a reparar que teníamos algunos rasgos totalmente incompatibles; mis padres eran morenos y yo era rubio claro, ellos tenían los ojos marrones y yo verdes… sin embargo, un niño bajo su inocencia no repara mucho en esas cosas.El caso es que al principio, pensaba que era un niño tan normal como los demás, pero un día, un psicólogo me dijo que poseía un don llamado memoria eidética. Dijo que era como hacer una fotografía en la memoria o un dibujo, que algo que ves perdura para siempre en tu mente igual que un dibujo está siempre presente en el cuadro y la fotografía en un papel, al cabo de poco tiempo fui comprendiendo a lo que se refería, podía recordar con casi total exactitud cualquier cosa que viese u oyese, aunque tuviera la más mínima importancia, este don me ayudó a aventajar por mucho al resto de alumnos en el colegio y por ello fui objetivo de envidia, burlas y vejaciones. Me tenían por el empollón de la clase.Empecé a temer ir a clase. Tenía miedo. Faltaba al colegio continuamente, molestaba a los vecinos con bromas pesadas, no daré detalles de algunas de mis fechorías pero si os puedo decir que no resultaban muy agradables, para que os hagáis una idea, uno de los chicos que me maltrataban vivía muy cerca de mi barrio, apenas a dos manzanas de mi hogar, un día cogí una mierda de perro y la coloqué en su puerta con un petardo que adquirí en la feria del distrito gracias a mi padrastro, que me lo compró, lo encendí y salí pitando justo después de llamar a su timbre. No vi el estropicio que causé, pero sin duda, debió ser muy desagradable.Mi padrastro, que trabajaba como detective en una comisaría de Cleveland no perdió detalle y fue conocedor de algunas de las fechorías que realizó su hijastro así que, un día, me cogió muy fuerte de la oreja y con una violencia y enfado que hasta ahora no había visto en él, me comenzó a explicar la verdad sobre mis orígenes, mientras que su semblante se iba dulcificando al ritmo que su historia cobraba más vida. Descubrí que era un niño adoptado.Mi padrastro me contó la historia de mi verdadero padre y mi verdadera madre, un mafioso muy importante de tierras irlandesas que traficaba con drogas, armas y cosas aún peores que mi padrastro no me quiso explicar hasta más avanzada edad. Me contó que mi familia de verdad murió cuando yo tenía tres años, fueron asesinados por unos de sus clientes en un ajuste de cuentas, por lo visto mi padre verdadero contaba entre sus clientes a varios clanes que eran rivales, así que unos de sus mismos clientes fueron sus asesinos para evitar así que pudieran proveer a la competencia. Por fortuna, yo me encontraba en la guardería cuando todo ocurrió y me mandaron al orfanato, al poco tiempo mis padrastros, que no eran capaces de concebir un hijo de forma natural, se apiadaron de mí y me acogieron.Esta historia me conmovió mucho, tanto que no me importó en absoluto confirmar las sospechas de que ellos no eran mis verdaderos padres. Decidí enterrar mi pasado y considerar a James y a Kate mis verdaderos padres, a partir de ahora, no los volveré a llamar “padrastros”Aún a pesar de este hecho, decidí cambiarme el apellido Swamson por mi apellido original, Kane, el de mis verdaderos padres, para olvidarme de que jamás debía ir por el mal camino como hicieron mis verdaderos padres pero, aun a pesar de esto, no significaba nada en lo que concernía a mis padres adoptivos, me criaron como si fuese su verdadero hijo y me dieron más cariño del que jamás hubiese podido desear, por ello a pesar de mi apellido para mí eran mis verdaderos padres.